Ahora
no, pero en el colegio las chicas me bajaban la cremallera y me
cogían los genitales sin prejuicios o pudor, hasta que acababa el recreo y empezaba otra vez la clase. Entonces yo cruzaba las piernas y
miraba al profesor con desprecio. Me quedaba pensando en frutas
envenenadas y en las canciones tristes de Nick Drake. Fue cuando
hablábamos de Cheever y del esplendor de las drogas.